La lluvia no me molesta.
Hasta podría llegar a decir que me gusta. Esa idea romántica de caminar sola
bajo un paragua gigante.
En Estocolmo se vacían las
calles al llover y en primavera se libera un aroma especial cuando cae el agua.
Un perfume de esperanza llena los espacios vacíos y la ciudad respira profundo,
como si supiera que el invierno ya paso y que el verano esta entrando.
Pero la lluvia en Buenos
Aires no me trae memorias nostálgicas. El agua aquí trae basura, cortes de luz
y problemas. Trae autos flotantes y rebajas.
Hoy estuve tirada en el sofá comiendo medialunas como una chanchita navideña.
Fue solo cuando quise cruzar la calle para comprar palitos de la selva que vi
el rio ante mis pies.
Una foto que me mando una amiga, desastre. |
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